¿Cómo las heridas de la infancia marcan nuestra vida adulta?

Publicado por Revue en

Las heridas emocionales de la infancia son una especie de lesión afectiva que nos impide llevar una existencia plena. Su huella es tan profunda que incluso nos dificulta las relaciones personales. También nos incapacita para afrontar los problemas con mayor soltura y resistencia.

Tener una infancia sana emocionalmente es muy importante, la relación que tengamos con nuestros padres o cuidadores define nuestra forma de relacionarnos con los demás en todas nuestras relaciones.

En la infancia, más específicamente, desde el vientre materno hasta los primeros años de vida es donde se graban todas las experiencias que nos van a servir para desarrollar nuestra autoestima y seguridad, pasa que, para algunas personas, la mayoría de estas experiencias les dejan muchas heridas que cargan consigo hasta la adultez.

Es frecuente que casi todos tengamos una o varias de ellas, más o menos profundas. Los signos de esas heridas psicológicas se evidencian de infinitos modos:

  • Ansiedad
  • Depresión
  • Fracaso en las relaciones afectivas
  • Pensamientos obsesivos
  • Mayor vulnerabilidad hacia determinados trastornos
  • Problemas del sueño
  • Actitud defensiva o agresiva
  • Inseguridad, miedo o desconfianza.

De acuerdo a la página criarconsentidocomun.com a veces estas heridas obedecen a un pasado infantil realmente traumático. Otras veces, en cambio, se deben a distorsiones en la interpretación de la realidad por parte del niño. Debemos recordar aquí que los niños son muy buenos captando impresiones y teniendo sensaciones, pero muy malos interpretándolas.

¿Por qué las emociones durante la infancia definen nuestra conducta durante la adultez?

Los niños y niñas pequeños son aún personas inmaduras para comprender todo cuanto sucede a su alrededor. Por ejemplo: un niño puede sentir abandono cuando a pesar de que sus padres están con él en casa, nunca le prestan la debida atención o desatienden sus necesidades afectivas, es decir, son padres ausentes
emocionalmente
.

Cuando un niño recibe varias señales de rechazo, ya sea por parte de sus padres, hermanos y familiares cercanos, crecerá con un sentimiento de auto desprecio, comenta en su portal la psicóloga clínica y de la salud, Helena Arias.

Cuando un niño es rechazado puede crecer con la idea de evitar sus emociones, sintiendo miedo de expresar las mismas y manteniendo una actitud fría y distante en sus relaciones. Las heridas emocionales relacionadas al
rechazo hacen que los adultos se coloquen una coraza externa, donde permanece encerrado con su dolor.

Si un menor de edad sufre rechazo, sentirá que lo vive en cualquier circunstancia. Ante la mínima critica, volverá a sentir ese dolor de su niño interno. Reconocer nuestro valor y mantener a raya esa voz que nos critica es el primer paso para sanar después de experimentar el rechazo.

Cuando una persona adulta tiene miedo a confiar es porque durante su infancia se sintió traicionado por alguno de sus padres. Actos como incumplir promesas, mentir, no proteger o la ausencia de uno de los progenitores cuando más lo necesitaba, solo crea heridas emocionales difíciles de manejar. Esta misma sensación se puede trasformar en: frustración, desconfianza, envidia, rabia y baja autoestima.

De igual manera la traición construye personas controladoras que esperan retenerlo todo. Incluso sienten la necesidad de ejercer el control sobre los demás, usando la justificación de tener un carácter fuerte. Es importante trabajar la paciencia, tolerancia, saber delegar responsabilidades y enfrentar la soledad.

Otra herida emocional de la infancia es sentirse humillado cuando los demás nos desaprueban o critican. Esto ocurre cuando les decimos a los niños que son torpes, malos o molestos, lo que destruye su autoestima infantil.

Además, haber experimentado humillación puede generar una personalidad dependiente, volviéndose autoritaria, egoísta e incluso, humillando a otros como un mecanismo de defensa. Es importante comenzar a lidiar con nuestra independencia, libertad, compresión y buscar procesar tanto los temores como la base de nuestras prioridades.

Los maltratos físicos y abusos son los más difíciles de enfrentar y que crean las peores heridas emocionales durante la infancia. El niño crece pensando que la persona encargada de quererlo y protegerlo, es quien le hace sufrir. Los niños maltratados piensan que lo normal es una relación víctima-verdugo, lo que termina por convertirlos en maltratadores o víctimas de abusos, que vienen principalmente de sus parejas.

La autoestima juega un papel importante en los traumas ocasionados por maltratos físicos.

Con el fin de protegernos del dolor que nos generan las heridas, vamos construyendo una máscara o tipo de personalidad, que lejos de protegernos, aumentan nuestro dolor, eclipsando nuestra verdadera personalidad y alejándonos de nuestro ser.

¿Cómo podemos superar las heridas emocionales de la infancia?

Cuando nos enfrentamos a situaciones que nos generan inseguridad, miedo, tristeza etc., actuamos a través de nuestra máscara de forma inconsciente y automática.

Se activan nuestros miedos más profundos saliendo a la superficie y reabriendo la herida.

Reconocer estas heridas es muy importante para el proceso de sanarlas, quienes experimenten emociones alejadas de la felicidad, la seguridad, el amor o la confianza deben buscar en su infancia la respuesta a esas emociones que le ocasionan distanciamiento con los demás o negación a la felicidad en las relaciones.

Existen numerosas formas de contactar, de adultos, con nuestras heridas infantiles o, mejor dicho, con nuestro niño herido, ese niño que se quedo en la edad en la que fuimos dañados o traumados de alguna forma.

Si necesitas sanar alguna herida y contactar con tu niño interno para mirar de forma distinta lo que sucedió en ese entonces contacta con especialistas en el área y cambia tu vida y tus relaciones.

Categorías: Lifestyle

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